Repensando la evaluación ambiental


Encinas centenarias mutiladas para instalar una termosolar a las puertas del PN de las Tables de Daimiel (Foto: Ecologistas en Acción)

La idea de evaluar ambientalmente los proyectos antes de autorizarlos, con el objeto de poder mejorarlos para que tenga un menor impacto, o en el caso de tener un impacto inasumible, no autorizarlos, era originalmente muy interesante. De esta forma, se podría crecer durante más tiempo sin erosionar en demasía los valores naturales de nuestros países.

Sin embargo, se está demostrando, al menos en España, que sirve para bien poco. Bueno, no exactamente, sirve para retrasar los proyectos y encarecerlos. Es triste reconocerlo, pero es posible que los empresarios lleguen a tener razón.

La ineficacia de las administraciones ambientales que no tienen siquiera la capacidad, el coraje diría yo, de exigir a los promotores estudios de impacto ambiental de suficiente calidad para poder tomar decisiones informadas. Para lo único sirve es para colapsar a los departamentos de medio natural al encargarles informes que complementen los estudios que se supone son responsabilidad de los promotores.

Uno de los muchos ejemplos que podemos poner son un par de termosolares que la Junta de Castilla-La Mancha ha autorizado a caballo entre un encinar bicentenario y el cauce del Gigüela a las puertas del Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel. Evidentemente, la evaluación no se hizo bien, alguien pasó por alto que en dominio público hidráulico no se pueden autorizar proyectos industriales. A algún otro se le pasó que arrancar encinas centenarias en La Mancha es un gran pecado (por ello en Extremadura o Andalucía se puede ir a la cárcel). Y a un tercero se le habrá pasado que era la única localidad conocida en la que se reproduce el Alcotán, una especie catalogada como Vulnerable en Castilla-La Mancha. Sin embargo, a un “lumbreras” se le ocurrió poner que en la zona hay cortados rocosos con cigüeñas negras o que por esa zona campan los linces (ya nos gustaría).

Evidentemente el Estudio de Impacto Ambiental no sirve más que para los anales de los despropósitos, pero ¿qué se puede esperar de un informe que el promotor está obligado por la Ley de Castilla-La Mancha a realizar en menos de tres meses?

Me resisto a pensar que, dada su inutilidad en la práctica, tengamos que prescindir del procedimiento de impacto ambiental y darles la razón a unos empresarios nunca ahítos de beneficios fáciles y a los que no les importa basar sus grandes resultados en esquilmar el patrimonio de todos los seres humanos. Pero para ello, habrá que repensar de forma profunda la evaluación de impacto ambiental, para hacer de ella la útil herramienta que necesita nuestra sociedad.