Atravesando el Sahara con la cantimplora agujereada


En Europa, aproximadamente el 25% del agua extraída es utilizada en la agricultura (llegando en España al 80%), y de esta, solo un tercio es devuelto tras su uso a una masa de agua. Sin duda, la agricultura de regadío, es una de las amenazas más importantes para un gran número de especies y de hábitats que dependen directamente del agua.

¿Alguien piensa que es sostenible que en la cuenca del Segura se empleen 1.500 Hm³/año para la agricultura cuando la estimación total de recursos naturales de la cuenca del Segura es de 871 Hm³/año? Evidentemente, este uso desproporcionado supone una degradación de todas las masas de agua de su cuenca y, también, de la cuenca del Tajo de la que se abastece la huerta murciana a través de un Trasvase.

¿No es una barbaridad que el regadío haya privado a los ciudadanos del mundo del nacimiento de un río como es el Guadiana? Los famosos ojos del Guadiana hace tiempo que no brotan y aquí nadie dice nada. Si cualquier otro gran río europeo se secase desde su nacimiento hubiera sido el escándalo más grande de la historia.

Pero los grandes regadíos no son parte del pasado. Por ejemplo, la Generalitat de Cataluña ha solicitado este año a la Confederación Hidrográfica del Ebro 342 Hm³/año para el polémico regadío del Segarra-Garrigues, es decir el 12% del uso consuntivo anual de agua en Cataluña y la totalidad de la demanda del Sistema Ter-LLobregat que es el que abastece a la metrópoli de Barcelona. Este regadío supondrá, por ejemplo, un tercio del agua contemplada en el, afortunadamente, malogrado trasvase del Ebro al Levante.

Está claro que el regadío es un gran negocio que genera una gran presión social que lleva, incluso, a las administraciones a vulnerar sistemáticamente la ley para favorecerlo.

Sin embargo, hay métodos sencillos para limitar las prácticas abusivas: cobrar a los agricultores el verdadero precio del agua. Los agricultores se pasan a métodos de regadío que precisan un gran consumo de agua debido a los beneficios en materia de productividad que entrañan con respecto a la oferta. En España, por ejemplo, el 14 % de la superficie agrícola de regadío produce más del 60 % del valor total de los productos agrícolas.

Está claro, sin embargo, que los agricultores sólo recurrirán al regadío si el aumento de la productividad supera los costes de instalación de los sistemas de regadío y de extracción de grandes cantidades de agua. Es poco frecuente que los agricultores sufraguen plenamente el coste medioambiental y de recursos aparejado a los grandes sistemas de riego gestionados públicamente.

Estoy seguro que si, como obliga la Directiva Marco del Agua, los agricultores leridanos tienen que pagar, además de sus instalaciones de riego, el agua teniendo en cuenta el coste de un embalse, del canal principal, los canales secundarios, las medidas compensatorias, las medidas adicionales de los planes de recuperación de las especies esteparias de la zona y las medidas de los planes de gestión de las ZEPA que deberán llevarse a cabo para compensar el regadío, no habrá ni uno solo que riegue en la zona.

Nos encontramos ante una situación complicada y que se agravará como consecuencia del cambio climático y, encima, nos piden que paguemos de nuestro dinero al desalmado que nos agujerea la cantimplora mientras que atravesamos a pie el Sahara.